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Vera Brudny vera en df.uba.ar
Jue Nov 13 12:08:52 ART 2008


Hola a todos:

Les envio copia de este artículo publicado ayer en Clarín. 
El artículo hace referencia al recorte de fondos que sufriera la facultad 
en la distribución de un refuerzo presupuestario para funcionamiento.

Saludos,
Vera Brudny


http://www.clarin.com/diario/2008/11/12/opinion/o-01800896.htm

¿La UBA posterga la ciencia?  Recientemente, la UBA aceptó por mayoría que
la asignación interna de sus recursos se asocie exclusivamente a las
matrículas de las carreras, lo que desconoce las necesidades de la enseñanza
e investigación científica.  Por:  Jorge Aliaga
Fuente: DECANO FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES (UBA)


La historia de las universidades reconoce diversos modelos. La universidad
argentina, en particular, se formó a partir del modelo de las escuelas
profesionales napoleónicas, que continúa en vigencia. Su objetivo es formar
profesionales con un saber eminentemente práctico y aplicado. Los docentes
de este modelo conocen los avances de la ciencia y los enseñan sin
participar, salvo excepciones, de la generación del conocimiento: son
profesionales que dedican parte de su tiempo a la vida académica.

La Reforma Universitaria de 1918 planteó, como alternativa a la tradición
napoleónica, incorporar el modelo universitario humboldtiano, basado en la
investigación científica y la incorporación de sus resultados en la
enseñanza. En la Universidad de Buenos Aires, este modelo fue introducido a
partir del estatuto de 1958 con el impulso de profesores notables, como el
caso de Rolando García. Así fue como se estableció el concepto de
docente-investigador con dedicación exclusiva, los concursos abiertos y
periódicos, y las estructuras académicas departamentales en contraposición a
las tradicionales cátedras-feudo.

Sin embargo, la instalación completa del modelo científico quedó apenas
bosquejada y, hasta la actualidad, es minoritario. Es posible encontrar una
explicación a la falta de crecimiento del modelo científico-académico
durante los últimos 50 años en el hecho de que las carreras profesionalistas
siempre aportaron el grueso de la matrícula.

Por lo tanto, la masividad de las carreras llamadas "tradicionales"
determinó el liderazgo del modelo que representan.

En contraposición con la demanda estudiantil, el motor del modelo científico
son los docentes-investigadores con dedicación exclusiva, para los cuales la
universidad es una parte central de sus vidas por ser su único ámbito
laboral.

A diferencia de la formación práctica necesaria para el ejercicio
profesional, las carreras científicas demandan conocimientos básicos
profundos que, por un lado, exigen una dedicación muy intensa por parte de
los alumnos y, por otro, requieren de laboratorios costosamente equipados,
insumos, desarrollo de actividades de campo y bibliotecas con libros y
revistas científicas permanentemente actualizadas.

En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, el modelo científico
consiguió sobrevivir pese al durísimo golpe que sufrió en la Noche de los
Bastones Largos y gracias al esfuerzo enorme que ha realizado la institución
durante los últimos 25 años de vida democrática. Sin embargo, el riesgo de
su subsistencia es cada vez más preocupante y real: recientemente, la UBA ha
aceptado mayoritariamente que la asignación interna de sus recursos esté
asociada exclusivamente a la matrícula de las carreras desconociendo
completamente las necesidades de la enseñanza e investigación científica.

La explicación del porqué de la postergación del modelo científico-académico
sería incompleta si no se considerara que la autonomía universitaria carece
de una instancia de rendición de cuentas a la sociedad que financia la
Universidad Pública y le da su sentido. Esa carencia entraña el riesgo de
que los objetivos de la institución hacia la sociedad en su conjunto se
puedan ver relegados por los intereses de los actores internos.

En medio de un marco nacional delineado por la creación de un Ministerio de
Ciencia y Tecnología y por la designación de 2008 como Año de la Enseñanza
de las Ciencias, cabe preguntarse si la universidad más grande de la
Argentina puede mirar para otro lado y desconocer que el país considera que
necesita más científicos y tecnólogos y una sociedad alfabetizada
científicamente para un desarrollo más justo y sostenido.

Ante esta realidad, que inicia el camino de la reducción del modelo
científico hasta su posible extinción, consideramos válido preguntar si es
posible la convivencia de los dos modelos dentro de la UBA o si, acaso, la
única alternativa sea que cada modelo tenga una universidad propia.

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