[Todos] Premios que no salen en la tele...
Leonardo Boechi
lboechi en qi.fcen.uba.ar
Mie Nov 17 18:18:36 ART 2010
Jesús León Santos, de 42 años, es un campesino indígena mexicano que ha
estado realizando, en los últimos 25 años, un excepcional trabajo de
reforestación en su región de Oaxaca, México.
Ha ganado el "Premio Ambiental Goldman"
(http://www.goldmanprize.org/2008/northamerica), que fue creado en 1990
por dos generosos filántropos y activistas cívicos estadounidenses Richard
N. Goldman y su esposa Rhoda H. Goldman. Consta de una dotación de 150.000
USD y se entrega cada año, en el mes de abril, en la ciudad de San
Francisco, California (www.goldmanprize.org/theprize/about_espanol).
Hasta ahora ha sido otorgado a defensores del medioambiente de 72 países.
En 1991, lo ganó la africana Wangari Maathai, quien luego obtuvo el Premio
Nobel de la Paz en 2004.
A Jesús León Santos se lo han dado porque, cuando tenía 18 años, decidió
cambiar el paisaje donde vivía en la Mixteca alta, la "tierra del sol".
Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos y polvorientos
desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos. Había que recorrer
grandes distancias en busca de agua y de leña. Casi todos los jóvenes
emigraban para nunca regresar, huyendo de semejantes páramos y de esa vida
tan dura.
Con otros comuneros del lugar, Jesús León se fijó el objetivo de
reverdecer los campos. Y decidió recurrir a unas técnicas agrícolas
precolombinas que le enseñaron unos indígenas guatemaltecos para convertir
tierras áridas en zonas de cultivo y arboladas.
¿Cómo llevar el proyecto a cabo? Haciendo revivir una herramienta indígena
también olvidada: El tequio, el trabajo comunitario no remunerado. Reunió
a unas 400 familias de 12 municipios, creó el Centro de Desarrollo
Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam), y juntos, con recursos
económicos limitadísimos, se lanzaron en la gran batalla contra la
principal culpable del deterioro: la erosión.
En esa región Mixteca existen más de 50.000 hectáreas que han perdido unos
cinco metros de altura de suelo desde el siglo XVI. La cría intensiva de
cabras, el sobre pastoreo y la industria de producción de cal que
estableció la Colonia deterioraron la zona. El uso del arado de hierro y
la tala intensiva de árboles para la construcción de los imponentes
templos
dominicos contribuyeron definitivamente a la desertificación.
Jesús León y sus amigos impulsaron un programa de reforestación. A pico y
pala cavaron zanjas-trincheras para retener el agua de las escasas
lluvias, sembraron árboles en pequeños viveros, trajeron abono y plantaron
barreras vivas para impedir la huida de la tierra fértil.
Todo eso favoreció la recarga del acuífero. Luego, en un esfuerzo
titánico, plantaron alrededor de cuatro millones de árboles de especies
nativas, aclimatadas al calor y sobrias en la absorción de agua.
Después se fijaron la meta de conseguir, para las comunidades indígenas y
campesinas, la soberanía alimentaria. Desarrollaron un sistema de
agricultura sostenible y orgánica, sin uso de pesticidas, gracias al
rescate y conservación de las semillas nativas del maíz, cereal originario
de esta región. Sembrando sobre todo una variedad muy propia de la zona,
el cajete, que es de las más resistentes a la sequía.
Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido. Hoy la Mixteca
alta esta restaurada. Ha vuelto a reverdecer. Han surgido manantiales con
más agua. Hay árboles y alimentos. Y la gente ya no emigra.
Actualmente, Jesús León y sus amigos luchan contra los transgénicos, y
siembran unos 200.000 árboles anuales. Cada día hacen retroceder la línea
de la desertificación. Con la madera de los árboles se ha podido rescatar
una actividad artesanal que estaba desapareciendo: la elaboración, en
talleres familiares, de yugos de madera y utensilios de uso corriente.
Además, se han enterrado en lugares estratégicos cisternas de
ferrocemento, de más de 10.000 litros de capacidad, que también recogen el
agua de lluvia para el riego de invernaderos familiares orgánicos.
El ejemplo de Jesús León es ahora imitado por varias comunidades vecinas,
que también han creado viveros comunitarios y organizan temporalmente
plantaciones masivas.
En un mundo donde las noticias, con frecuencia son negativas y
deprimentes, esta historia ejemplar ha pasado desapercibida.
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